Liberando la Vergüenza: Un camino hacia la plenitud.

Como todas las emociones, la vergüenza tiene su función en la sociedad, permitiéndonos adaptarnos a las normas y evitar molestar a los demás. Sin embargo, es una emoción que pesa en el corazón y en la mente, y puede tener un impacto profundo en nuestras vidas.

 

Según David Hawkins, la vergüenza es la emoción que vibra más baja, con el menor nivel de conciencia. En sociedades primitivas, ser desterrado era vergonzoso y equivalía a enfrentar la muerte misma. La vergüenza nos niega la posibilidad de avanzar, nos bloquea en el temor de quedar mal ante los demás.

 

Con frecuencia, nos encontramos diciendo «No quiero quedar mal». Esta frase refleja el miedo a ser desacreditados o rechazados. La vergüenza nos lleva a sentir que algo en nosotros está mal y nos hace evitar situaciones que nos hagan sentir expuestos.

 

La vergüenza se presenta en dos formas extremas. En una, nos escondemos, nos hacemos invisibles, y perdemos la oportunidad de ver las cosas buenas que llegan a nuestras vidas. En la otra, nos volvemos arrogantes, tratamos de convencernos de que somos los mejores, pero esto no es más que la vergüenza disfrazada.

 

Incluso los niños pueden ser crueles cuando están consumidos por la vergüenza.

Algunas personas buscan compensarla a través del perfeccionismo y la rigidez, creyendo que si son perfectos no tendrán motivos para sentirse avergonzados.

 

La vergüenza también se conecta con otros estados emocionales. Los cambios entre la ira y la tristeza pueden afectar nuestras relaciones interpersonales y nuestro trabajo.

¿Alguna vez te has sentido incapaz de hacer algo, como dar una charla en público? Si escuchas tus pensamientos, es probable que encuentres aquellos que te hacen preguntarte «¿Qué pasa si lo hago mal?» o «¿Y si me equivoco?» Estos pensamientos nos bloquean y nos enfocan en nuestros posibles errores y fallos.

Cambiar el enfoque es clave. Cuando dejamos de centrarnos en nosotros mismos y nos enfocamos en entregar algo de valor a los demás, la vergüenza se disipa. Dejar de preocuparnos por el «yo» y enfocarnos en cómo podemos aportar algo positivo cambia nuestra perspectiva. Al ofrecer y dar amor, nos liberamos de la pesada carga de la vergüenza.

Entonces, ¿cómo podemos liberarnos de esta vergüenza que no nos ayuda?

 

Cambiando el enfoque, enfocándonos en lo que podemos aportar, en lo que sí vale, en lo que podemos aprender. Enfrentar las críticas y preguntas con una mente abierta nos ayuda a mejorar. Al final, el acto de entregar y contribuir nos saca del círculo de la vergüenza y nos conduce hacia una vida más plena y auténtica. La vergüenza puede ser liberada cuando dejamos de mirarnos a nosotros mismos y empezamos a ver el bien que podemos aportar al mundo.

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